domingo, 2 de mayo de 2010

Mi Lluvia Otañal

Crecí en una casa junto a los árboles.
La lluvia era frecuente y pasajera.
Amaba escucharla, siempre tan inconstante, furiosa o acariciadora,
a veces sorpreciva otras esperada.

Ella cantaba para mí...
sus tonadas eran conciertos de orquesta acompañados con truenos, vientos y granizos.
Ella me arrullaba con los suaves sonidos de sus ligeras gotas
y el viento haciendo el coro...

Cuando se ponía furiosa, enfurecíamos las dos
y cuando yo estaba triste, entristecíamos las dos.

Luego... se calmaba...
nunca se quedaba por mucho...
excepto algunas noches...
esperaba que me durmiera y se marchaba,
como quien ya no fuera necesaria
cambiaba

Me regaló tantas flores.
Solía dejar rocío en las margaritas
y algunas gotas un poco más notorias en las rosas blancas del jardín.

Luego... se retiraba...
violenta como llegaba, así se iba
y yo quedaba con la esperanza de que volvería.

Iba y venía a su antojo.
Se precipitaba tan fuerte y tan deprisa como quien ansía estar presente.
Se calmaba y regresaba, tan violenta como antes.

Ella siempre ha estado allí
y en los días de abandono la extraño
y la deseo junto a mí.

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