lunes, 24 de octubre de 2011

La Piel Fría

de La Pell Freda de A. Sanchez, traducción de Claudia Ortego Sanmartín

La trataba con una dulzura que hasta entonces nunca le había mostrado… sucedió, también, que ni yo mismo controlaba mis ternuras.

Es innegable que al principio los premeditaba: creía que demostrándole un afecto, amándola como amaría a cualquier mujer, se iniciaría un acercamiento mutuo. Creía que si ella tenía un mínimo de sensibilidad, percibiría la enorme distancia que me separaba (de parecerme a él).

De esta manera, pensaba, su parte más humana vería la luz como una mariposa al salir del capullo. No fue así. sin pretenderlo, yo le dedicaba una pasión cada vez más sincera, pero ella no se conmovía. Notaba que dentro de mí crecía un amor nuevo, un amor que estaba inventando…

Pero cuanto más me acercaba a ella, con más resistencias topaba ese amor sin precedentes.

Antes de hacer el amor nunca me miraba a los ojos. Después, era tan poco receptiva a las sonrisas como a las caricias. Regulaba el placer con la exactitud de un reloj que marca las horas. Y con la misma frialdad.